domingo, 27 de marzo de 2016

DIA DE MAL VINO

Le gustaba tomarse unos vinos a mediodía, ni mas ni menos que a otros del pueblo. No bebía el que menos, pero tampoco era el que mas, pero era él solo el que tenia mal vino. En cuanto llegaba al tercer o cuarto chato, no es que se pusiera violento, no alzaba una mano, no levantaba la voz, no daba un grito. Pero en el pueblo todo el mundo lo veía con muy mal vino. A veces, por las mañanas, le duraba el mal vino de la mediodía anterior. Se notaba mareado. Una vez, incluso, perdió el conocimiento, menos mal que estaba a solas y nadie se enteró. Hace unas semanas, bajó por la mañana al pequeño olivar que tenía, para podar. Recuerda que se subió a un olivo, pero no como bajó. Si se acuerda que estaba en el suelo y que le dolía hasta el último costillar. Tampoco dijo nada a nadie para que no le dijeran que tenia un mal vino. Menos mal que le pasó en ese olivar tan suyo. Ya se veía mayor, y ese olivar iba a pasar pronto a otras manos. Al menos eso pensaba. Lo mantenía por distracción, ya no había hijo que lo pudiera recibir con ilusión, como el lo recibió de sus padres. Maldita moto… Aquel día fue el primero en el que notó que tenía mal vino. Perdió el conocimiento al segundo vino. Bueno, y a la noticia de la muerte del hijo. Hace pocos días volvió a tener un día de mal vino. Pero esa vez la caída no fue de las buenas. Se partió la cara. Ya tuvo que ir una consulta. Llamaron los familiares al médico, por lo bajini, “para que le quite usté el vino, que enseguida se marea, mire usted hoy lo que ha pasado, un día se va a quedar…. “. Cuando el médico lo examinó, fíjate como son, no le hizo ni caso a la cara partida, pero se puso muy serio. No le quitó el vino como la familia le había pedido, pero se puso muy serio. Vio sus ojos cargados de angustia y tristeza infinita, de ausencia de hijo, de falta de culpa, de sobras de años, de sobras de prejuicios. No le hizo ni caso a la cara partida, ni a esa sangre ya seca en la cara. Pero no le dejó mover hasta que lo montó en un coche y le llevaron al hospital a que le pararan ese corazón alocado que corría como loco y se paraba de súbito, a que le arreglaran el corazón partido. Un día de mal vino. M. Moro.

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